El dirigente social fue una de las cientos de miles de personas que marcharon por la Argentina en defensa de la universidad pública y gratuita. Y le dedicó un mensaje a Javier Milei.
Señor presidente,
Muchas gracias. Se lo digo como un docente más, como un graduado más, como un ciudadano sin cargos que nació en el 83 cuando se recuperó la democracia, un argentino más que caminó hoy emocionado desde la Facultad de Derecho hasta Avenida de Mayo viendo la más grande unidad en la diversidad que me tocó apreciar.
Todas las generaciones y clases sociales. La conciencia de los más pobres que sueñan que sus hijos puedan ser doctores, cartoneros que aunque hayan sido excluidos no quieren que excluyan a otros; la conciencia de los más prestigiosos científicos que agradecen a su Patria haberse podido educar en la universidad pública; la conciencia de hijos de albañiles que hoy son ingenieros, hijas de “domésticas” que hoy son abogadas, empresarios que no se olvidan sus raíces y no quieren privar a otros del derecho que los asistió.
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Usted logró un tremendo despertar de la conciencia cívica de millones. Nos recordó la fuerza del nosotros frente a la banalidad del “yo y solo yo”. Se lo agradezco. Ha revivido una gran esperanza.
En reconocimiento a semejante hazaña, le regalo un consejo, ahora sí como dirigente político… político igual que usted. No tan importante como usted por supuesto. Libre de la tremenda reponsabilidad que a usted le toca como gobernante, esa que no sabe asumir respetando la Constitución por la que juró y a cada habitante de este país que es de todos, lo hayamos votado o no.
Sí, político, porque usted es un político, lo diga o lo niegue, tuvo un cargo político como diputado, ahora lo tiene como presidente, formó un partido político, participó en marchas y actos en calles, escuelas y plazas. Su partido tiene -en buena hora- agrupaciones estudiantiles en secundarios y facultades que enriquecen la democracia difundiendo ideas que no comparto pero que considero necesario debatir.
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“No se equivoque”
Le regalo entonces, señor presidente, el consejo de un férreo opositor, enemigo si prefiere, pero que va de frente. Primero: no se equivoque. Aunque hayan ido todos los dirigentes políticos del país, desde los más oportunistas hasta los más comprometidos, no es la “política”, ni los zurdos, ni los peronchos, ni ninguno de nosotros, orcos horribles para usted, los que hicimos esto. No tenemos ese poder, como usted y su partido tampoco lo tienen.
Lo que sucedió en cada rincón del país sólo sucede cuando algo mueve las placas tectónicas de una sociedad. Hoy fue la reacción de un pueblo que si hay algo que tiene claro, algo que ni la más encendida retórica libertina ni su innegable talento para el insulto puede oscurecer, es que la educación pública es un derecho inalienable.
Agresión a los estómags
Segundo: pare ya con la agresión permanente a los estómagos de los niños y los cerebros de los jóvenes de este país que le dio el gigantesco honor de presidirlo. No se meta con lo más preciado que tiene un pueblo: sus hijos, su juventud, su futuro. No lo haga, porque el daño será grande y solo eso debería bastar como argumento, pero si no es por convicción, hágalo por conveniencia: serénese, reflexione, cambie… la reacción que su prepotencia está incubando ningún político la puede generar ni conducir. Le va a estallar en la cara.
Entonces, se apagarán los elogios de los magnates y los mercados a los que es adicto, los amigos del campeón se fugarán con el mismo heroismo con el que fugaron dólares, nadie lo va a recordar con amor y ni un millón de likes podrá consolarlo por haber perdido la oportunidad de gobernar dignamente al maravilloso pueblo argentino.